Un significativo antecedente pareciera haber pasado desapercibido en los resultados de la Encuesta Adimark correspondiente a julio: el crecimiento del respaldo ciudadano a la izquierda y el estrecho margen de diferencia en que el Juntos Podemos aparece respecto de las coaliciones políticas del establishment.
En efecto, el aspecto más resaltado fue que por primera vez el nivel de desaprobación de la Presidente Michelle Bachelet es mayor que el respaldo. Aunque la aprobación a la Mandataria registró sólo una leve baja respecto del mes anterior, llegando al 41,5%, fue el porcentaje de desaprobación el que saltó al mayor nivel en todo su mandato, con un 42,8 por ciento. Del mismo modo, la evaluación en el manejo de la economía registró una baja de ocho puntos, desde un 43% en junio a un 35% en julio.
Por otra parte, en la prensa se circunscribieron a reproducir la siguiente afirmación de la presentación del estudio, referente a las coaliciones políticas: “Continúa el alto nivel de desaprobación a la forma como se percibe se están desempeñando. La Concertación y la Alianza empatan en una evaluación muy negativa. El 50% de la población afirma no identificarse con ninguna de las coaliciones políticas existentes, incluyendo la izquierda extraparlamentaria de Juntos Podemos”.
La encuesta concluyó que el 57,8%, al margen de su posición política, desaprueba cómo la Concertación “está desarrollando su labor”, y el 57.9% desaprueba a la Alianza en esa materia.
La única pregunta de la encuesta Adimark que se refería específicamente al pacto Juntos Podemos era la siguiente: “¿Con qué pacto político se siente más identificado?”, frente a las siguientes alternativas dadas: Alianza – Concertación – Juntos Podemos.
A este respecto, los resultados fueron los siguientes: la Concertación registró un 23,6%; la Alianza marcó un 14,6% y el Juntos Podemos un 11.7 por ciento. Habría que agregar que la alianza de la izquierda aumentó 3,1 puntos respecto de la encuesta anterior, en la que logró un 8.6 por ciento. Un 50,1% manifestó no identificarse con ningún pacto o se reconoció como independiente.
Este nivel de respaldo ciudadano del Juntos Podemos es particularmente sugerente, si se considera que la derecha sólo supera al pacto de izquierda por 2,9 puntos.
Más aún, si se compara con los resultados de las elecciones parlamentarias del 2005, en las que el Juntos Podemos solamente logró un 7,40% de apoyo (mientras que la Alianza llegó al 38,72 y la Concertación al 51,76). En las elecciones presidenciales de este año, el candidato Tomás Hirsch llegó al 5,40%, mientras que la candidatura del oficialismo obtenía un 45,96 frente a un 48,64 de los votos conjuntos de Sebastián Piñera y Joaquín Lavín.
En el estudio de Adimark, el Juntos Podemos aparece con 4,3 puntos adicionales –si se compara con la contienda parlamentaria– y 6,3 más si se compara con los comicios para la Presidencia de la República.
En las elecciones municipales del 2004, el Juntos Podemos registró su más alto nivel de respaldo ciudadano desde su constitución: un 9,17%. En esta ocasión, la Alianza logró un 37,68 por ciento y la Concertación un 47,89%. En la encuesta Adimark la izquierda apareció con cerca de dos puntos y medio adicionales.
Por lo anterior, es evidente que el incremento del descontento ciudadano ha impactado directamente al Gobierno y a la Concertación y, al mismo tiempo, a la Alianza, pues lo notorio es que no ha sido capaz de capitalizar la crítica al oficialismo. Es necesario que se observe, en este sentido, que en la encuesta de Adimark de abril la coalición de la derecha marcó 21,6 puntos, lo que implica que experimentó una significativa perdida de apoyo ciudadano de 7 puntos.
Por tanto, aquel 50,1% que expresó en la encuesta que no se identificaba con ningún pacto, representa –en un porcentaje predominante– el universo de los desencantados con las coaliciones del establishment, quienes son precisamente aquellas que registran unos porcentajes de respaldo ciudadano muy por debajo de los resultados que obtuvieron en las dos últimas elecciones generales (un fenómeno que no ocurre, por el contrario, con el Juntos Podemos, que obtiene un nivel superior de respaldo).
Para los efectos del análisis, es imprescindible tener en consideración que el resultado que el Juntos Podemos obtuvo en la encuesta Adimark, se dio en un contexto específico en el mundo de la izquierda: la pérdida de su iniciativa política conjunta desde la misma noche de la primera vuelta de los comicios presidenciales de diciembre de 2005, cuando cristalizaron en su interior dos enfoques diferenciados para enfrentar la coyuntura. A ese hecho habría que agregar el componente de que uno de los sectores del Juntos Podemos, el que se identificó entonces con el voto nulo, en el período posterior ha desarrollado una persistente práctica confrontacional respecto de quienes adoptaron la política de la lucha contra la exclusión.
Para expresarlo en otros términos, este incremento del respaldo ciudadano a la coalición de la izquierda, que se reflejó en la encuesta Adimark, se produjo a pesar de la propia izquierda. No fue, ciertamente, el resultado de una capacidad de posicionar una política coherente y compartida.
Por lo tanto, no resulta muy complejo inferir que la izquierda, en el caso de resolver sus divergencias o –por lo menos– recuperar una capacidad mínima de desarrollar acciones comunes, podría experimentar un crecimiento mayor en su respaldo ciudadano, lo cual seguramente todos concordarán que es una condición necesaria para instalarla como una alternativa nacional de poder frente al dominio del neoliberalismo.
Ello resulta particularmente cierto si se considera que el incremento del universo de los descontentos que reveló la encuesta Adimark muestra en forma contundente que existe un enorme espacio para el desafío político de la acumulación de voluntades ciudadanas, un campo de construcción con un volumen inédito en 17 años de democracia pactada.
En caso contrario, lo más probable es que una parte de ese 50,1% sea recolonizado por el poder del dinero y otro segmento perviva en el escepticismo respecto de la política y los políticos en general. Por cierto, se equivocan los que se imaginan que el descontento pudiera traspasarse en forma mecánica a la izquierda, sin que aquella se posicione como alternativa consistente y viable de gobierno. Ello no se resuelve tampoco –obviamente– con una mera defensa retórica de la identidad del espacio de alianza que se construyó en el 2003, tampoco transformando en un dogma sus planteamientos fundacionales.
Una contribución al esfuerzo pudiera estar dada por la consolidación de esa diversidad que es fundamental para su desarrollo, constituyendo nuevos sujetos políticos dotados de legalidad. Es el sentido del paso que ha resuelto dar la Izquierda Cristiana, el que ha sido recibido con gran satisfacción por una pluralidad de actores que concurrieron a la creación del Juntos Podemos.
La resolución de los problemas de la izquierda pasa, como siempre, por combinar dosis contundentes de audacia para reconocer los cambios en el escenario político, creatividad para elaborar proposiciones programáticas a la altura de los desafíos y generosidad para caminar juntos en el complejo universo de la diversidad.
Por Víctor Osorio Reyes. Director Periodístico de Crónica Digital
Santiago de Chile, 6 de agosto 2007
Crónica Digital
martes, 14 de agosto de 2007
Suscribirse a:
Entradas (Atom)